miércoles, 12 de noviembre de 2008

La Casa de los Encuentros

"Dos jóvenes presos pasaron por nuestro lado con paso profesoral, uno con las manos enlazadas a la espalda y el otro haciendo grandes gestos.
- Lo único que importa, a fin de cuentas -estaba diciendo el segundo hombre-, son las tetas.
- No -decía el otro-. No, las tetas no. El culo.
- ... Novatos -dijo Lev.
Me encogí de hombros. Los varones jóvenes, después de su llegada al campo, hablaban de sexo y hasta de deportes durante un par de semanas, luego de sexo y comida, luego de comida y sexo, luego de comida.
Lev bostezó. Su color había mejorado. Había pasado por la enfermería, y Janusz le había puesto una tanda de penicilina suave. Pero tenía los labios y las uñas azules -por el hambre, no por el frío-, y una pigmentación parduzca alrededor de la boca, más intensa que cualquier bronceado. Todos la teníamos: hocico de gran simio.
- Se hace difícil cuando estás cubierto de piojos -dijo-. Pero es bueno pensar en el sexo".

Extraído de "La Casa de los Encuentros" de Martin Amis. Ed. Anagrama

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