domingo, 19 de febrero de 2012

Diario De Invierno


"Sin embargo, cuando recuerdas los años inmediatamente posteriores a tu transformación, te llama la atención lo prudente y tímido que eras. Pese a tu ardor, pese a la constante persecución de chicas en bachillerato elemental y superior, los idilios y devaneos con Karen, Peggy, Linda, Brianne, Carol, Sally, Ruth, Pam, Starr, Jackie, Mary y Ronnie, tus aventuras eróticas eran tremendamente anodinas e insípidas, apenas un paso más allá de las sesiones de manoseo en que participabas cuando tenías doce años. Quizá tuvieses mala suerte, o no eras lo bastante atrevido, pero tiendes a pensar que se debía más bien al momento y al lugar, una zona residencial de clase media a principios de los sesenta, y al código no escrito de que las chicas no se entregan a los chicos, de que una chica decente tiene que mantener su reputación, y el límite se trazaba en besarse y darse el lote, en particular, la forma menos peligrosa de sobeteo, es decir, el chico tocando un pecho cubierto con dos o tres capas de ropa, jersey (dependiendo de la estación), blusa y sujetador, pero ay del muchacho que intentara meter mano bajo la blusa, y menos aún entrar en el territorio prohibido del sostén, porque esa mano se vería bruscamente echada a un lado por la chica, que tenía una reputación que mantener aunque en secreto deseara que la mano estuviera allí tanto como el chico. ¿Cuántas veces te rechazaron de ese modo, te preguntas, cuántas expediciones fracasadas hicieron tus manos por el interior de las faldas y blusas de tus compañeras, cuántos viajes parciales hacia el reino de la piel desnuda antes de verte rechazado a las puertas?"

Extraído de "Diario de invierno" de Paul Auster. Ed. Anagrama

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