martes, 15 de enero de 2013

El Diablo A Todas Horas

"Bodecker encendió la linterna y siguió al chico por el borde de un campo invadido de maleza. Se metieron en el bosque y avanzaron un centenar de metros por un sendero bien hollado. El chico se detuvo en seco y señaló la oscuridad que tenían delante.
- Está ahí mismo -dijo Arvin.
El alguacil enfocó con su linterna a un hombre que llevaba una camisa blanca y pantalones de vestir y estaba hecho un guiñapo encima de un tronco. Se le acercó unos pasos y acertó a ver que tenía un tajo en el cuello. La pechera de la camisa estaba empapada de sangre.
- Dios, ¿cuánto tiempo lleva aquí tirado?
Arvin se encogió de hombros.
- No mucho. Me quedé dormido y al despertar estaba así.
Bodecker se tapó la nariz con los dedos y trató de respirar por la boca.
- ¿Qué coño es ese olor?
- Son esos de ahí arriba -dijo Arvin, señalando los árboles.
Bodecker enfocó la linterna hacia arriba. A su alrededor los animales colgaban en diversas fases de descomposición, algunos de las ramas y otros de unas cruces altas de madera. Clavado en la parte alta de una de las cruces había un perro muerto con un collar de cuero, como si fuera una especie de Cristo repulsivo. Al pie de otra cruz había una cabeza de ciervo. Bodecker manoseó su pistola.
- Me cago en la puta, chaval, ¿qué coño es esto? -dijo, apuntando con la linterna hacia Arvin en el mismo momento en que al chico le caía en el hombro un gusano blanco retorciéndose. Se lo sacudió de encimacon gesto tan despreocupado como quién se quita una hoja o una semilla. Bodecker se puso a mover su revólver en todas direcciones mientras empezaba a retroceder.
- Es un tronco para rezar -dijo Arvin, con la voz reducida a un susurro.
- ¿Qué? ¿Un tronco para rezar?
Arvin asintió con la cabeza, mirando fijamente el cadáver de su padre.
- Pero no funciona -añadió."

Extraído de "El diablo a todas horas" de Donald Ray Pollock. Ed. Libros del Silencio

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