sábado, 11 de mayo de 2013

La Tienda Y La Vida

"La última vez que estuve en Pamplona, Óscar y Txus me contaron que, en la oficina central de la caja de ahorros, parte de la plantilla estaba contratada a través de una de esas agencias de colocación de gente con minusvalías psíquicas o físicas. Me explicaban que, en la oficina adonde ellos van habitualmente, hacía poco habían contratado a cinco personas: un par o tres, no me acuerdo, con síndrome de Down y un par o tres sordas. Por lo visto, en la oficina no estaban demasiado contentos con los nuevos empleados sordos porque, como podían leer los labios, cuando un cliente se dirigía a ellos le entendían perfectamente y le respondían con naturalidad, con lo que el cliente la mayoría de las veces no se daba cuenta de que estaba hablando con una persona, como dicen, disminuida. Esto no pasaba con los empleados down, que, aunque igual que los sordos eran capaces de llevar a cabo su trabajo de forma impecable, mostraban además los típicos rasgos de las personas con el síndrome, de modo que el cliente no podía no darse cuenta de que estaba tratando con personas, como se dice, disminuidas.

La cosa era que cualquiera que entrara en la caja, si trataba con un empleado con síndrome de Down, salía pensando: ¡hostia (porque estamos en Pamplona, recuerden), qué majos y qué buenos los de la caja, que contratan a chavales con problemas!, en cambio, si era atendido por un sordo, se iba de allá como si nada, sin enterarse del ejercicio de solidaridad desinteresada -vamos, desinteresadísima- que la caja de ahorros estaba haciendo (ni de cuánto desgravaba la caja todos los años en Hacienda por contratar a este tipo de gente, pero, bueno, eso, casi mejor para ellos que el cliente tampoco lo supiera).

Óscar, que es de naturaleza curiosa y puñetera, le había comentado el tema a un amigo suyo que trabajaba allí, quién le confirmó lo que había visto, e incluso añadió que, en una reunión convocada especialmente a propósito de la cuestión, se había estado barajando en serio la posiblilidad de pedir a la empresa de colocación que les cambiaran a los dos o tres sordos por otros dos o tres downs".

Extraído de "La tienda y la vida" de "Isabel Sucunza. Ed. Blackie Books.

1 comentarios:

Soyuz dijo...

¿Realidad o ficción? Tan increíble que será lo primero

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