"El que fuera o no un genio no me preocupaba tanto como el hecho de que sencillamente no quería formar parte de nada. El impulso animal y la energía de mis semejantes me pasmaba: que un hombre fuera capaz de cambiar neumáticos el día entero o conducir una camioneta de helados o presentarse al Congreso o abrirle las entrañas a un hombre en una operación quirúrgica o asesinato, todo eso me superaba. No quería empezar. Sigo sin querer. Cualquier día que pueda estafarle a este sistema de vida me parecía una buena victoria. Bebía vino y dormía en parques y me moría de hambre. El suicidio era mi mejor arma. Pensar en ello me daba cierta paz; la noción de que la jaula no estaba cerrada por completo en realidad me daba un poco de fuerza para permanecer dentro de la jaula. La religión parecía un timo, un truco de espejos, y tenía la sensación de que si tenía que haber Fe, la fe debería empezar en mi interior sin la soltura de ayudas prefabricadas, los dioses prefabricados... Las mujeres parecían una parte de todo lo demás: se ponían un precio a sí mismas y obtenían un precio, pero desde la sensibilidad de mi mirada y del alma que poseía me daba la impresión de que todas hacían exigencias que iban más allá de su valor. Y tras haber visto a mi padre, ese monstruo brutalizado que me trajo como un bastado a esta triste tierra, entendí que un hombre podía trabajar toda su vida y seguir siendo pobre; el sueldo se le iba en comprar cosas que necesitaba, cosillas, como automóviles y camas y radio y comida y ropa, que, igual que las mujeres, exigían un precio muy superior a su valor y le hacían seguir siendo pobre, e incluso su ataúd era la definitiva atrocidad del decoro: toda esa hermosa madera barnizada para los gusanos ciegos del infierno.
Luego, también podías hacerte rico y eso no significaría nada. Ríete si quieres. Me quedaré con todo el dinero que me envíes pero ne realidad seré consciente de que en esencia no tengo nada. Si los ricos son nuestra raza superior yo quiero largarme de aquí cagando leches. He visto las calaberas de cerdos muertos morder manzanas muertas que eran menos feas; que en comparación no eran feas en absoluto. Allí sentado a la mesa de la biblioteca, medio muerto de hambre, sentado al sol. Lo sentía todo: la guerra de mierda, la monotonía, la muerte, el zumbido de las moscas..."
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