lunes, 22 de octubre de 2012

Todo Esto Para Qué

"Vender heroína a yonquis se parece mucho a vender priva a los borrachos o mantequilla a los gorditos o tabaco a cualquiera. Pero no, pagamos a estos guardianes de la propiedad, muy finos todos ellos, para que hagan cumplir una ley moralista que es una auténtica gilipollez, una legislación absolutamente hipócrita de los años cincuenta que les ocupa todo el tiempo y que hace ganar miles de millones, miles de millones, a los criminales a los que pretenden combatir. Es simbólico..., bueno, ¿cómo se dice? Simbiótico... -se corrigió Jackson, algo aturullado-. Los polis y los barones de la droga están realmente del mismo lado, se necesitan. Los dos se ganan la pasta con el mismo tinglado.
Quiero decir, y piénsalo un poco... ¿Cuál es tu primera reacción cuando ves pasar a un poli? ¿"Dios, me siento tan protegido"? ¡No! Cualquiera que esté en sus cabales se muere de miedo. "¿Estoy haciendo algo malo?" O más exactamente, puesto que es muy probable que estés demasiado cagada para disfrutar de un momento de introspección: "¿Podrían percibir que estoy haciendo algo malo?" La policía es otra especie de predadores, nada más, otro animal peligroso en nuestro entorno, y el hecho de que seas tú quien paga sus putos donuts y la gasolina de sus putos coches es echar sal en la herida.
Jackson echó un vistazo a la almohada y, claro, esa canción de cuna había hecho efecto. Glynis dormía profundamente. La cubrió con las mantas hasta el mentón. El forro polar rojo le sentaba bien, pero él ya no envidiaba el gusto de Carol para los regalos. Sabía lo que Glynis quería, y qué darle en las muchas visitas que aún le haría: furia".
 
Extraído de "Todo esto para qué" de Lionel Shriver. Ed. Anagrama

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