"- Ni siquiera son las seis -se asombró Jed.
- Sí, creo que abre a las seis y media. En este país se come temprano, ¿sabe? Pero para mí nunca es lo bastante pronto. Lo que más me gusta ahora es el final del mes de diciembre; anochece a las cuatro. Entonces me puedo poner el pijama, tomar mis somníferos y meterme en la cama con una botella de vino y un libro. Vivo así desde hace años. El sol sale a las nueve; bueno, entre que te lavas y tomas un café es casi mediodía, me quedan cuatro horas de luz que aguantar, normalmente lo consigo sin grandes agobios. Pero en primavera es insoportable, las puestas de sol son interminables y espléndidas, es como una especie de puta ópera, hay continuamente colores nuevos, resplandores nuevos, una vez intenté quedarme aquí toda la primavera y pensé que me moría, cada noche estaba al borde del suicidio con este crepúsculo que no termina nunca. Después, a principios de abril, voy a Tailandia y me quedo hasta finales de agosto, la jornada empieza a la seis de la mañana y acaba a las seis de la tarde, es más simple, ecuatorial, administrativo, te asas de calor pero el aire acondicionado funciona bien, es la temporada turística muerta, los burdeles trabajan a medio gas pero de todos modos están abiertos y a mí me va eso, me conviene, las prestaciones siguen siendo excelente o muy buenas.
- Ahí creo que usted interpreta un poco su papel..."
Extraído de "El mapa y el territorio" de Michel Houllebecq. Ed. Anagrama
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