"Se acercó a la barra para pedir otra ronda de bebidas justo cuando Cicely entraba en el pub y se acercaba hasta su mesa. (...)
- Espero que no me saques en tu libro. Estoy segura de que me harías un retrato poco halagador. Aparecería como una egocéntrica ridícula, obsesionada consigo misma, a la que no le importa nada lo que la rodea
A Benjamin le dolía que cada vez que la veía (y este era su cuarto encuentro en La Parra) empleara aquella manera de hablar: aquel infinito y lacerante autodesprecio. (...)
- Eres muy especial para mi, ¿sabes? -dijo Cicely. Una gotita de moco le colgaba del agujero izquierdo de la nariz, y él se quedó mirando, embelesado, cómo se la quitaba distraídamente con un delicado movimiento de su dedo y se la secaba con un pañuelo. Dios mío, hasta le encantaba su manera de sonarse. Si le hubieran dado a elegir en aquel momento entre ver cómo Cicely se sonaba la nariz o que Brigitte Bardot y Julie Christie se turnasen para hacerle una larga felación, sabía lo que habría escogido.
- De ahora en adelante, siempre seremos amigos -prosiguió ella-. Y no amigos corrientes. Nuestra amistad tiene algo diferente. Una especie de... cualidad especial.
Echó hacia atrás la cabeza y se rió, pero por alguna razón Benjamin no pudo compartir su hilaridad. Tenía un presentimiento sordo y terrible de que algo tremendo estaba a punto de suceder. Esbozó una sonrisa. (...)
- (...) No puedo seguir viniendo aquí a verte, Ben. Lo siento.
De repente se fundió un fusible en alguna galaxia lejana, y el universo entero se quedó a oscuras.
- ¿Por qué no? -Benjamin se oyó decir a sí mismo, a años luz de distancia.
- Mi novio me ha dicho que no le hace gracia.
- ¿Tu qué...?
- Espero que no me saques en tu libro. Estoy segura de que me harías un retrato poco halagador. Aparecería como una egocéntrica ridícula, obsesionada consigo misma, a la que no le importa nada lo que la rodea
A Benjamin le dolía que cada vez que la veía (y este era su cuarto encuentro en La Parra) empleara aquella manera de hablar: aquel infinito y lacerante autodesprecio. (...)
- Eres muy especial para mi, ¿sabes? -dijo Cicely. Una gotita de moco le colgaba del agujero izquierdo de la nariz, y él se quedó mirando, embelesado, cómo se la quitaba distraídamente con un delicado movimiento de su dedo y se la secaba con un pañuelo. Dios mío, hasta le encantaba su manera de sonarse. Si le hubieran dado a elegir en aquel momento entre ver cómo Cicely se sonaba la nariz o que Brigitte Bardot y Julie Christie se turnasen para hacerle una larga felación, sabía lo que habría escogido.
- De ahora en adelante, siempre seremos amigos -prosiguió ella-. Y no amigos corrientes. Nuestra amistad tiene algo diferente. Una especie de... cualidad especial.
Echó hacia atrás la cabeza y se rió, pero por alguna razón Benjamin no pudo compartir su hilaridad. Tenía un presentimiento sordo y terrible de que algo tremendo estaba a punto de suceder. Esbozó una sonrisa. (...)
- (...) No puedo seguir viniendo aquí a verte, Ben. Lo siento.
De repente se fundió un fusible en alguna galaxia lejana, y el universo entero se quedó a oscuras.
- ¿Por qué no? -Benjamin se oyó decir a sí mismo, a años luz de distancia.
- Mi novio me ha dicho que no le hace gracia.
- ¿Tu qué...?
Extraído de "El Club de los Canallas" de Jonathan Coe. Ed. Anagrama