"- Somos una generación rara, ¿no crees?
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero decir que en realidad nunca nos hemos hecho adultos. Seguimos vinculados a nuestros padres de una manera que le habría parecido inconcebible a la gente nacida en los años treinta o cuarenta. Ya tengo cincuenta años, por el amor de Dios, y la mitad del tiempo aún tengo la sensación de que debo pedirle... permiso a mi madre para vivir mi vida de la manera que quiero. En cierta forma, sigo sin conseguir apartarme de la sombra de mis padres. ¿A ti no te pasa lo mismo?
Asentí con la cabeza, y Alison prosiguió:
- El otro día estaba escuchando un programa de radio sobre los "Jóvenes Artistas Británicos". Habían juntado a tres o cuatro, y estaban todos recordando las primeras exposiciones que habían hecho juntos: aquellas primeras exposiciones en la galería Saatchi, a finales de los noventa. Y no sólo es que ninguno tuviera nada interesante que decir sobre su propio trabajo, sino que el tema principal de conversación (aparte de que se habían dedicado a follar todos con todos) era lo "impactante" que había sido, y lo preocupados que estaban sobre lo que iban a decir sus padres cuando lo vieran. "¿Qué dijo tu madre cuando vio aquel cuadro?" no paraban de preguntarle a uno de ellos. Y yo pensé..., bueno, puede que me equivoque, pero seguro que cuando Picasso pintó el Guernica, con esas descripciones tan gráficas de los horrores de la guerra moderna, lo que tenía en mente no era lo que iba a decir su madre cuando lo viera. Me imagino que ya habría superado esa etapa hacía tiempo".
Extraído de "La espantosa intimidad de Maxwell Sim" de Jonathan Coe. Ed. Anagrama