"Baja la colina en su coche para recogernos y llevarnos arriba. Tras saludar a Al Hijo y Al Padre, se presenta a sí mismo y luego nos echa una mano para trasladar nuestro equipaje del maletero de mi coche a la parte trasera de su ranchera Volvo. Observo que es rápido de movimientos, sólo le falta correr cuando va y viene de un vehículo a otro. Hay en sus gestos una nerviosa y consumada eficiencia. Stanley no es una persona cachazuda. La inactividad induce a pensar, y los pensamientos pueden resultar peligrosos, como cualquiera que viva solo entenderá enseguida. Tras escuchar el relato que ha hecho Al Padre de la muerte de Peg, veo a Stanley como un personaje perdido y atormentado. Complaciente, generoso en extremo, pero a disgusto consigo mismo: un hombre destrozado tratando de rehacer su vida."
Extraído de Brooklyn Follies de Paul Auster. Ed. Anagrama
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