"El otro cementerio era para los pobres y no tenía árboles, y la hierba cobraba en verano un tono pardo de rueda pinchada, y así se quedaba hasta que las lluvias, como un mecánico, comenzaban ya entrado el otoño.
Los muertos pobres no tenían lápida. Pequeñas tablas, con aire de rebanadas de pan rancio, marcaban las tumbas:
Padre vago y amantísimo de
Dilecta madre deslomada de
En algunas tumbas había tarros de vidrio y latas con flores mustias:
Consagrado
a la memoria
de
John Talbot
quien a los 18 años de edad
se llevó un tiro
en un tabernucho
1 de noviembre de 1.936
Este tarro de mayonesa
con flores mustias
fue puesto aquí hace seis meses
por su hermana
que está ahora en el manicomio
Con el tiempo, las estaciones se encargaban de sus nombres de madera, como un cocinero adormilado que casca huevos sobre la plancha de un restaurante de comida rápida junto a la estación de tren. Los más acaudalados, en cambio, mantenían sus nombres durante mucho tiempo escritos en hors de'ceuvres de mármol, como caballos que galoparan hacia elegantes senderos del cielo".
Extraído de "La pesca de la trucha en América" de Richard Brautigan. Ed. Blackie Books
2 comentarios:
Este libro siempre me ha tenido intrigada, me encanta su título, me lo recomiendas, ¿no?
Pues es bastante surrealista, en ocasiones árduo, y supongo que la escritura de Brautigan estaba bastante condicionada por la calidad de la mercancía que le pasaba su camello, así que hay capítulos interesantes y otros en los que te quedas como estabas. Demasiado hippy para mi gusto, aunque nunca está demás leer cosas distintas.
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