"El engaño va a veces demasiado lejos, o al menos eso les parece a aquellos que no están familiarizados con el proceso. No hace mucho, varios inspectores veteranos de homicidios de Detroit fueron reprendidos públicamente y disciplinados por sus superiores por usar la fotocopiadora de la oficina como polígrafo. Parece que los inspectores, al encontrarse con alguna declaración de dudosa veracidad, se dirigían en ocasiones a la fotocopiadora y cargaban tres hojas de papel.
'Verdad', decía la primera.
'Verdad', decía la segunda.
'Mentira', decía la tercera.
Luego el sospechoso era conducido a la habitación y se le decía que pusiera su mano en un lado de la máquina. Los detectives entonces le preguntaban al hombre su nombre, escuchaban la respuesta y apretaban el botón de copiar.
Verdad.
¿Y dónde vives?
Verdad otra vez.
¿Y mataste o no mataste a Tater, disparándole en la calle como a un perro frente al número 1200 de la calle North Durham?
Mentira. Bueno, bueno: eres un cabrón mentiroso.
En Baltimore, los inspectores de homicidios leyeron los artículos que se publicaron en los periódicos sobre la polémica generada en Detroit, y se preguntaron por qué se había armado tanto escándalo. Usar la fotocopiadora como polígrafo era un truco muy viejo; se había intentado más de una vez en la sala de fotocopias del sexto piso. Gene Constantine, un veterano del turno de Stanton, en una ocasión le hizo pasar a un descerebrado la prueba de coordinación para conductores borrachos ('Sigue mi dedo con los ojos, pero no te muevas la cabeza... Ahora ponte a la pata coja') y luego declaró que la actuación del hombre indicaba claramente que mentía.
- No has pasado la prueba -le dijo Constantine al tipo-. Estás mintiendo.
El sospechoso se lo tragó y confesó."
Extraído de "Homicidio: Un año en las calles de la muerte" de David Simon. Ed. Principal de los libros
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