"Con una cara de desprecio nada fingida, porque lo de la lotería era una inflahuevada de émbolo descomunal, Argi se dirigió a su hermano. Le trajo lo del día de 1985 en el que apareció en el teatro esperanzado por que le tocara el walkman en una rifa de un instituto para la que había comprado diez papeletas. El premio se iba a decidir en coincidencia con el sorteo de la ONCE del 24 de marzo. Que ese año caía en domingo y que por lo tanto no se celebraría jamás. Barto y Franky se partían de risa.
Luego Argi recrudeció los ataques. Manifestó su extrañeza por el hecho de que anduviera tan a vueltas con los juegos de azar un sujeto que hasta los nueve años se creyó que un pavo que acertaba la lotería cobraba la cantidad de pesetas del número que llevaba en el boleto. Más risas. Terminó con una coda que tiró hacia la zona de los Guajardo, aliándolos en el despelote.
-Te dijimos que no iba así y encima te enfadaste. Nos decías que a ver si no por qué nadie se compraba el 00001.
Funcionó el reclutamiento de espectadores. El cuerpo veterano se carcajeó a gusto, entreverando las risas con las expresiones "palurdín" y "niño de mamá". También "chupatetas", ya con doble intención, a rebujo de su cada vez más patente atracción por la cuñada. Habrían insultado igual a cualquier hermano, pero hoy tocó el benjamín. Quién, sin embargo, no se rendía.
-El error de la gente estriba en cambiar de números cada vez. Y así no hay forma. Porque no cabe ni análisis de la curva de progreso, ni cabe curva ni cabe nada.
-Críspulo -pidió Argi-, déjanos en paz. Que estamos a nada de perderlo todo".
Extraído de "Los Huerfanitos" de Santiago Lorenzo. Ed. Blackie Books
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