"Me adormecí con el tecleo de su máquina de escribir en la puerta de al lado y no desperté hasta tres horas después. Apenas mencionamos a Monty durante el resto del domingo. Preparé un asado para el almuerzo mientras él trabajaba. Quizá fuera el efecto depresivo de una resaca, pero me entristecía más de lo ordinario la perspectiva de volver a St. Augustine's Road y a mi cuarto solitario, de encender mi estufa eléctrica de una sola barra, de lavarme el pelo en el lavabo y plancharme la blusa para ir al trabajo.
En la luz sombría de la tarde, Tom me acompañó a la estación. Casi se me saltaron las lágrimas cuando nos abrazamos en el andén, pero no hice una gran escena y creo que él no se percató".
Extraído de "Operación Dulce" de Ian McEwan. Ed. Anagrama
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