"Cuando el ensayo empezó, Edward guardó silencio sentado en un rincón de la habitación desnuda, en un estado de felicidad profunda. Estaba descubriendo que estar enamorado no era algo estable, sino una sucesión de impulsos u oleadas nuevos, y en aquel momento experimentaba una. El chelista, claramente desconcertado por el nuevo amigo de Florence, era un gordito tartamudo y con la piel terriblemente estropeada, y Edward pudo compadecerle y perdonar generosamente su fijación servil en Florence, porque él tampoco era capaz de apartar la vista de ella. Florence se hallaba en un estado de satisfacción extática cuando se dispuso a ensayar con sus amigos. Se puso la diadema y Edward, mientras aguardaba a que empezase la sesión, cayó en un ensueño no sólo sexual con Florence, sino relacionado con el matrimonio y la familia, y la hija que podrían tener. Sin duda era una prueba de madurez pensar en estas cosas. Quizá era sólo una variación respetable de un viejo sueño de que le amara más de una chica. La niña hereradía la belleza y la seriedad de su madre y su encantadora espalda recta, y con seguridad tocaría un instrumento: el violín, probablemente, aunque no descartaba del todo la guitarra eléctrica."
Extraído de "Chesil Beach" de "Ian McEwan". Ed. Anagrama
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