Todos los medios (El País, Público...) recogieron ayer la noticia de la muerte de Hans Beck, padre de los clicks de Playmobil (Famobil en mis tiempos). Comenzó su comercialización en 1.974, así que los que nacimos en aquellas fechas crecimos rodeados por estos simpáticos muñecos. Forjamos nuestra imaginación creando aventuras sin fin con un fuerte de plástico asediado por indios, intentando mantener a flote el barco pirata en la bañera (siempre que andaban lejos papá y mamá, y por supuesto quitases del casco la barra de hierro que traía de serie) o creando una auténtica tragedia al escaparse los leones del circo y merendarse algún que otro brazo de un pobre desgraciado click, o clack; clacks que ni por asomo tenían pechos, pero sí una incipiente barriga la cual servía además de eficaz método anticonceptivo por que era imposible acoplar una pareja.
Me resulta imposible pensar en el número de horas que habré podido estar jugando con los clicks: partidos de fútbol que terminaban en bronca al golpear la canica (de las gordas) en la puerta de la habitación, estar media hora montando el barco pirata, con todos sus tripulantes bien sujetos para después lanzar un zapatillazo y contar el número de supervivientes y náufragos, crear minusválidos subiéndolos encima de la estufa para que se les derritiesen los pies e incluso quemar "a lo bonzo" alguno de ellos con alcohol 96. Éstas fueron unas cuantas, de muchas, aventuras que acompañaron mi infancia.
Su colorido, forma y corte de pelo único los convirtieron en un símbolo de la cultura POP. Pero más allá de ser un simple icono, Hans Beck creó un juguete que hizo (y hará) las delicias de muchos niños. Sólo por la contribución al desarrollo de la imaginación de tres generaciones hace que tengamos que estar tremendamente agradecidos a este diseñador alemán. Descanse en paz.
Me resulta imposible pensar en el número de horas que habré podido estar jugando con los clicks: partidos de fútbol que terminaban en bronca al golpear la canica (de las gordas) en la puerta de la habitación, estar media hora montando el barco pirata, con todos sus tripulantes bien sujetos para después lanzar un zapatillazo y contar el número de supervivientes y náufragos, crear minusválidos subiéndolos encima de la estufa para que se les derritiesen los pies e incluso quemar "a lo bonzo" alguno de ellos con alcohol 96. Éstas fueron unas cuantas, de muchas, aventuras que acompañaron mi infancia.
Su colorido, forma y corte de pelo único los convirtieron en un símbolo de la cultura POP. Pero más allá de ser un simple icono, Hans Beck creó un juguete que hizo (y hará) las delicias de muchos niños. Sólo por la contribución al desarrollo de la imaginación de tres generaciones hace que tengamos que estar tremendamente agradecidos a este diseñador alemán. Descanse en paz.
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