"Hace más que frío pero ya no me molesta. Prácticamente ya ha llegado mi hora y ni siquiera me importa. ¿Por qué demonios iba a importarme? No voy a salir de aquí sin ella y está muy claro que no puedo llevarla conmigo.
No siento nada; ni los brazos ni las piernas; ni siquiera estoy seguro de si tener los ojos abiertos o no. Supongo que no importa demasiado que lo único que tenga sean pensamientos. No valen una mierda, pero no veo que vaya a dejar de tenerlos durante un buen rato. Lo gracioso es que será el frío lo que acabe conmigo, cuando fuera, del otro lado de esos gruesos muros de piedra, hay gente achicharrándose de calor. Supongo que en algún momento nos tiene que tocar a todos. Lo que ni en mil años habría podido imaginar son las circunstancias.
Supongo que, como él, he pagado el precio de mi arrogancia. Es cierto: por fin comprendo a ese viejo chiflado y borrachín: otro gilipollas que quedó clavado en la espada de su propia vanidad. Te acabas creyendo el rey del mambo: el artista superguay y vacilón dotado de un gran pollón. Y todos los demás: en fin, no son más que tus microscópicos súbditos. Así que llegas a la conclusión de que puedes hacer lo que más te pete. Que de algún modo eso te da derechos. Pero no te da ningún derecho en absoluto".
No siento nada; ni los brazos ni las piernas; ni siquiera estoy seguro de si tener los ojos abiertos o no. Supongo que no importa demasiado que lo único que tenga sean pensamientos. No valen una mierda, pero no veo que vaya a dejar de tenerlos durante un buen rato. Lo gracioso es que será el frío lo que acabe conmigo, cuando fuera, del otro lado de esos gruesos muros de piedra, hay gente achicharrándose de calor. Supongo que en algún momento nos tiene que tocar a todos. Lo que ni en mil años habría podido imaginar son las circunstancias.
Supongo que, como él, he pagado el precio de mi arrogancia. Es cierto: por fin comprendo a ese viejo chiflado y borrachín: otro gilipollas que quedó clavado en la espada de su propia vanidad. Te acabas creyendo el rey del mambo: el artista superguay y vacilón dotado de un gran pollón. Y todos los demás: en fin, no son más que tus microscópicos súbditos. Así que llegas a la conclusión de que puedes hacer lo que más te pete. Que de algún modo eso te da derechos. Pero no te da ningún derecho en absoluto".
Extraído de " Si te gustó la escuela, te encantará el trabajo" de "Irvine Welsh". Ed. Anagrama
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