jueves, 5 de noviembre de 2009

La Conjura De Los Necios

"Mientras Ignatius consideraba el placer que aquel pequeño juego de béisbol proporcionaba a la humanidad, los dos ojos tristes y ávidos avanzaron hacia él entre la multitud como torpedos dirigidos a un petrolero grande y lanudo. El policía dio un tirón a la bolsa de papel de partituras de Ignatius.

- ¿Tiene usted algún documento de identificación, señor? -preguntó el policía, en un tono de voz que indicaba que tenía la esperanza de que Ignatius fuese oficialmente inidentificable.
- ¿Qué? -Ignatius bajó la vista hacia la enseña de la gorra azul-. ¿Quién es usted?
- Enséñeme su carnet de conducir.
- Yo no conduzco. ¿Sería usted tan amable de largarse? Estoy esperando a mi madre.
- ¿Qué es lo que cuelga de esa bolsa?
- ¿Qué cree usted que va a ser, imbécil? Una cuerda para mi laúd.
- ¿Qué es eso? -el policía retrocedió un poco-. ¿Es usted de la ciudad?
- Acaso la tarea del departamento de policía es acosarme a mí cuando esta ciudad es la desvergonzada capital del vicio del mundo civilizado? -atronó Ignatius, por encima del gentío que había frente a los grandes almacenes -. Esta ciudad es famosa por sus jugadores, prostitutas, exhibicionistas, anticristos, alcohólicos, sodomitas, drogadictos, fetichistas, onanistas, pornógrafos, estafadores, mujerzuelas, por la gente que tira la basura a la calle, por sus lesbianas... gentes todas que viven en la impunidad mediante sobornos. Si tiene usted un momento, estoy dispuesto a discutir con usted el problema de la delincuencia; pero no cometa el error de fastidiarme a mí.

El policía agarró a Ignatius por el brazo pero fue agredido en la gorra con las partituras musicales. La cuerda colgante del laúd le dio en la oreja".

Extraído de " La conjura de los necios" de "John Kennedy Toole". Ed. Anagrama

3 comentarios:

desconvencida dijo...

Qué grande el Patrullero Mancuso y qué grandísimo Ignatius Reilly...

Uno de mis libros favoritos :)

Sergio H dijo...

Lo que me he podido reír y la vergüenza ajena que he pasado leyendo este libro.

Grandísimo

Anónimo dijo...

No te rias tanto, todos tenemos un poco de Ignatius...

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