“Sólo en Estados Unidos –dijo-, la población va a crecer un cincuenta por ciento en las próximas cuatro décadas. Piensa en lo saturadas que están ya las zonas residenciales de las afueras, piensa en el tráfico y la expansión urbanística y la degradación del medio ambiente y la dependencia del petróleo extranjero. Y a eso súmale el cincuenta por ciento. Y eso sólo en Estados Unidos, que teóricamente es capaz de mantener a una población mayor. Y luego piensa en las emisiones de carbono globales, y en el genocidio y la hambruna en África, y las clases marginadas radicalizadas sin porvenir en el mundo árabe, y la sobreexplotación pesquera de los océanos, los asentamientos ilegales de Israel, la ocupación del Tibet, los cien millones de pobres en el Paquistaní nuclear: no hay casi ningún problema en el mundo que no se pueda resolver, o paliar enormemente al menos, reduciendo la población. Y sin embargo –le dio a Katz otro gráfico- en 2.050 tendremos otros tres mil millones de personas. En otras palabras, se producirá un aumento equivalente a toda la población mundial que existía en los tiempos en que tú y yo echábamos unas monedas a las huchas de la UNICEF en las colectas. Toda pequeña acción que llevemos a cabo ahora para tratar de salvar un poco de naturaleza y preservar cierta forma de calidad de vida se verá desbordada por las puras cifras, porque la gente puede cambiar de hábitos de consumo (eso lleva tiempo y esfuerzo, pero es posible), pero si la población sigue creciendo, nada de lo que hagamos servirá. Y sin embargo nadie habla de ese problema en público. Es la política del avestruz, y va a ser nuestra perdición.”
Extraído de “Libertad” de Jonathan Franzen. Ed. Salamandra
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