La ilusión
invitaría a pensar que el intercambio epistolar debería protegernos de
semejante escollo. Es falso. Los otros tienen muchas maneras de desembarcar en
tu casa y de imponerse. He perdido la cuenta de los comunicantes que algún día
me han dicho que eran como yo, que escribían como yo. Melvin Mapple había
encontrado una manera singular de asimilarse a mí.
Las
personas son como países. Resulta maravilloso que haya tantos y que una
perpetua deriva de los continentes propicie que se encuentren islas nuevas.
Pero si esa tectónica de las placas lleva un territorio desconocido hasta tu
orilla, la hostilidad aparece de inmediato. Sólo quedan dos soluciones: la
guerra o la diplomacia.
Tengo
tendencia a inclinarme por esta última. Sin embargo, no sabía si mi última
carta a Melvin pertenecía a esta categoría. Venció mi deseo de enviársela: su
reacción ya me informaría sobre la naturaleza de mi mensaje.
Extraído de “Una forma de vida” de Amélie Nothomb. Ed. Anagrama
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