"Carnaval y yo nos conocimos en el colegio, en EGB. Los dos íbamos a los curas del pueblo porque nuestros padres, sin ser nada católicos, querían asegurarse de que recibíamos una buena educación. Así que nos metieron en los curas, curas progres, y esto sí es un oxímoron grande.
Curas Progres, que es como decir Fuego Amigo o Lepra Apetitosa o Nazi Simpático.
Nuestros padres nos metieron sin preguntar en un lugar donde teníamos que confesarnos una vez a la semana, ir de convivencias a seminarios de curas, dar clases de religión y, cómo no, ir a misa.
¿Qué tipo de misa era? ¿Qué tipo de curas eran? ¿Qué especie? ¿Qué marca?
¿Importa?
Jesuitas, franciscanos, salesianos, dominicos, todos la misma cosa. Todos la misma basura.
Nuestros padres nos metieron en aquel lugar lleno de esquinas y silencio y zapatos adultos que hacían eco por los pasillos, un edificio en forma de trapecio y cara de bloque de baldosas verdeocre, y urinarios repugnantes con cagaderos de agujero y acelerador y papel de lija, de vidrio, para los culos, y una iglesia de las que se construían en los setenta, moderna y deprimente y llena de estatuas con formas poliédricas que daban miedo. El Mundo Bizarro de Superman, pero en santos y santas y cristos.
Y curas por todas partes.
Curas progres, que es como decir Vómito Sabroso, o Sífilis Encantadora. Curas barbudos, curas con chándal, curas con chirucas, curas con guitarra, curas con aliento de madriguera de ave carroñera africana, curas con respiración de catacumba, rojo el iris y negras las intenciones.
Pero todos: curas cabrones.
Allí fuimos a parar los dos, Carnaval y yo y nuestros dos infantiles culitos imberbes.
Carne de cañón.
Échale la culpa al boogie.
O mejor: a mis padres. Échales la culpa a mis padres, que eso no se lo perdono. Ni loco, vamos".
Curas Progres, que es como decir Fuego Amigo o Lepra Apetitosa o Nazi Simpático.
Nuestros padres nos metieron sin preguntar en un lugar donde teníamos que confesarnos una vez a la semana, ir de convivencias a seminarios de curas, dar clases de religión y, cómo no, ir a misa.
¿Qué tipo de misa era? ¿Qué tipo de curas eran? ¿Qué especie? ¿Qué marca?
¿Importa?
Jesuitas, franciscanos, salesianos, dominicos, todos la misma cosa. Todos la misma basura.
Nuestros padres nos metieron en aquel lugar lleno de esquinas y silencio y zapatos adultos que hacían eco por los pasillos, un edificio en forma de trapecio y cara de bloque de baldosas verdeocre, y urinarios repugnantes con cagaderos de agujero y acelerador y papel de lija, de vidrio, para los culos, y una iglesia de las que se construían en los setenta, moderna y deprimente y llena de estatuas con formas poliédricas que daban miedo. El Mundo Bizarro de Superman, pero en santos y santas y cristos.
Y curas por todas partes.
Curas progres, que es como decir Vómito Sabroso, o Sífilis Encantadora. Curas barbudos, curas con chándal, curas con chirucas, curas con guitarra, curas con aliento de madriguera de ave carroñera africana, curas con respiración de catacumba, rojo el iris y negras las intenciones.
Pero todos: curas cabrones.
Allí fuimos a parar los dos, Carnaval y yo y nuestros dos infantiles culitos imberbes.
Carne de cañón.
Échale la culpa al boogie.
O mejor: a mis padres. Échales la culpa a mis padres, que eso no se lo perdono. Ni loco, vamos".
Extraído de " Rompepistas" de "Kiko Amat". Ed. Anagrama
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