"A veces me pregunto si él -y yo- padecemos una forma metafísica de síndrome de Estocolmo. Este Hombre nos ha mantenido cautivos durante miles de años, ahora Le alabamos, Le defendemos, Le excusamos, a veces matamos por Él, un ejército de chillones devotos que juran fidelidad a su Charlie en el Cielo. Mi relación con Dios ha sido un círculo infinito no de la celebrada 'fe seguida por la duda', sino de apaciguamiento seguido por la rebelión; aplacamiento seguido por la indiferencia; por favor, por favor, por favor, seguido de: que Te den, a tomar por culo, jódeTe. No guardo el Sabbath ni rezo tres veces al día ni espero seis horas para comer carne si he tomado leche. La gente que me crió dirá que no soy religioso. Se equivocan. Lo que no soy es practicante. Pero soy religioso de una manera dolorosa, agobiante, incurable, miserable, y últimamente he observado, perplejo y consternado, que por todo el mundo hay cada vez más gente que parece estar encontrando Dioses, cada uno de ellos con más odio y más sediento de sangre que el siguiente, mientras yo hago todo lo que puedo por perder el mío. Y fracaso miserablemente.
Creo en Dios.
Para mí es un auténtico problema."
Extraído de "Lamentaciones de un prepucio" de Shalom Auslander. Ed. Blackie Books
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